Son las raíces robustas las que sostienen un árbol prominente y la música imita ese comportamiento vegetal. A partir de esta base que se hunde en las entrañas de la tierra crece una criatura viva que, cuando alcanza suficiente altura, se permite desplegar sus múltiples ramificaciones sin temor a perder el equilibrio. Los flamencos comprenden este proceso y por eso siempre entendieron antes que los demás, que lo nuevo se construye con tierra de lo sembrado. Por eso Lorca. Por eso Camarón. Por eso Smash. Por eso Lole y Manuel. Por eso Morente. Queralt Lahoz, que es joven pero, sobre todo, es flamenca, también lo ha entendido. Esta catalana de orígenes granadinos asienta sus pies sobre este terreno de tradición y por eso merece crecer mucho y que sus ramas sean largas como enredaderas y duraderas como puentes.
Seguramente la primera semilla de Queralt Lahoz la puso su abuela María, que para ella es Dios y, después del concierto que se ha marcado en el Parador de Cuenca, no somos quién para llevarle la contraria. A partir del respeto que aprendió en una casa en la que sonaban los Habichuela y boleros clásicos, la artista construye un repertorio diverso como el patio de un colegio y, con su torbellino de voz, dejó su autógrafo en una hoz del Huécar que es un ilustre libro de firmas sonoras desde que Estival Cuenca programa actuaciones en este escenario.
Un problema técnico en la segunda canción obligó a Queralt a sacar la munición pesada desde el primer momento y lanzarse a capela para que no se enfriara un concierto que había prendido desde el primer fraseo. Solucionado el contratiempo, fluyó un cancionero por el que transcurren la música urbana, la copla, el bolero y hasta el jazz. Inestimable la contribución de sus acompañantes en las mezclas y la percusión, con bases muy elegantes para vestir la voz de su compañera. Gran demostración de que los ritmos de la calle no tienen por qué renunciar a la clase.
Dentro de su soltura en cada género, Queralt Lahoz brilló especialmente cuando los temas orientaban su brújula hacia Cuba y, por su puesto, hacia Andalucía. Con su canción a María La Molinera, la artista confirmó que su valentía no se limita a lo musical, sino que tampoco tiene reparos a la hora de reivindicar memoria y justicia para los olvidados, sin cortarse ni un instante en apuntar con el dedo a los otros, a los que robaron el molino a su abuela, a los que se llevaron tantas cosas.
Queralt Lahoz cerró su gran noche en Cuenca con un tema emparentado con la música disco y un último homenaje a capela a Manuel Molina, referente en una velada que desmonta el mito de que los jóvenes siempre intentan destruir lo que construyen los mayores. Algunas, como esta artista, solo quieren que crezcan ramas nuevas y que haya más espacio para los nidos de especies más variadas.
La velada en el Escenario Solán de Cabras del Parador comenzó con la actuación de la cantante conquense Yandrak Jamaica, que suma su segunda participación en Estival y confirmó que, por voz, atrevimiento y creatividad, tiene potencial para hacer cosas muy interesantes.