En los primeros compases de su concierto en Estival Cuenca, María Arnal comparaba la experiencia de tocar en lo alto de hoz del Huécar con la que disfrutan en los pájaros, uniéndose a la corriente de autores, desde Baroja a Perales, que han definido esta ciudad como un nido de águilas. Un experto en ornitología definirá con más precisión con qué tipo de ave debemos comparar a esta cantante, pero sí que podemos decir que en este festival la vimos posarse con delicadeza, con los pies desnudos, sobre el suelo de piedra de un mirador, para embelesar a los espectadores con un canto que atrapa y refresca como la ola. Una vez hipnotizados, Arnal desplegó sus alas y los asistentes la seguimos en bandada hasta el espacio exterior. El observador más tiquismiquis con el cuerpo anclado a la silla, ¿pero desde cuándo se necesita un cuerpo para volar?
Este concierto llegaba a Cuenca con el cartel de uno de los mejores directos del año. Su espectacularidad no reside en el decorado, el humo de colores o las exhibiciones de destreza instrumental. Marcel Bagés, del que descubrimos sus raíces conquenses, y David Soler, tercera pata del proyecto, construyen una atmósfera musical con materiales naturales y metálicos, a ratos futurista y a ratos tradicional. En esta particular galaxia de sonidos se mueve la voz de María Arnal, que es sol alrededor del que todo gira. Es su virtuosa interpretación la que paga la entrada.
Por otro lado, el repertorio de Arnal y Bagués es muy rico en contenido. Exploradores de la música, unas veces a la Edad Media para recuperar el Cant de la Sibil·la y otras al espacio para intentar persuadir a posibles meteoritos de intenciones genocidas. También hay mensajes para estos tiempos de condena a la pobreza con créditos bancarios. Se preguntan estos artistas quién manda sobre la luz. Se acuerdan de tantos cerebros y corazones que permanecen enterrados en fosas comunes de este país. Y la cantante cantó en un lamento dolorido y repetido ese verso de Joan Brossa: ‘La gent no s’adona del poder que té’.
La pátina de la música folclórica está presente en la mayor parte de las composiciones. Fandangos, coplas y canciones de ronda que se dejan seducir por el asombro de la rareza. Pero Arnal y Bagués también coquetean con sonidos ‘makineros’. En el tramo final le dieron “zapatilla” al repertorio, de tal forma que un cachito de ‘Mad Cool’ se vino a Cuenca, solo que con cerveza más fría y barata, mejores pinchos y, por supuesto, mucho mejor paisaje.
Antes del indiscutible triunfo de los catalanes se subieron al escenario Solán de Cabras los taranconeros Zas!! Candil. Habituales de Estival Cuenca, su repertorio de música tradicional conquense fue irresistible para jóvenes y mayores que no pudieron resistirse a bailar en el escenario del Parador.