Un debate que he tenido alguna vez con gente allegada a este mundillo es si el folklore debe evolucionar o debemos, simplemente, conservar las tradiciones porque son tradiciones. Y yo, personalmente, me debato entre las dos opciones, aunque la verdad es que más bien opino que ambas posturas pueden y deben convivir, si bien me inclino un poco más hacia una de ellas. Si me lo permitís voy a desarrollar.
Como he comentado alguna vez, yo formo parte de una de las muchísimas asociaciones que, a lo largo y ancho de la Península Ibérica, rescataron y mantienen música y bailes tradicionales de todas las comarcas. Y también me gusta el folk (ya hablé de la que creo que es la diferencia entre ambas), y las propuestas que repiensan, reentienden y revisitan el folklore desde las ópticas del siglo XXI, como Rodrigo Cuevas, las jotas con nuevas letras de Ajuar, el fado actualizado de Ana Moura o de António Zambujo, o, qué narices, una buena parte de lo de Rosalía.
Disfruto mucho viendo al folklore evolucionar. Disfruto mucho viendo que esta música, que es de todos nosotros, es de los nosotros del siglo XXI, y no de los nosotros de hace cincuenta, cien o doscientos años. Disfruto mucho cuando veo los sombreros de Montehermoso en imágenes de Vogue. Disfruto viendo cómo el folklore, que es el saber del pueblo, sigue siéndolo hoy y seguimos considerándolo como algo importante en nuestras vidas.
Por otro lado, entiendo perfectamente el valor de muchos colectivos, de investigar y conservar en ámbar lo que investigaron, descubrieron y recogieron. Este valor es incalculable, y se materializa tanto en los cancioneros y grabaciones ancestrales (se me ocurren los trabajos de Bonifacio Gil, Ángela Capdevielle o Michel Giacometti, por poner tres nombres que se me vienen a la cabeza).
Pero opino que, si bien hay mucho romanticismo en este propósito, no me parece razón suficiente para conservar tradiciones el mero hecho de serlo. Hay mucho de romántico en ello, y lo entiendo perfectamente, pero creo firmemente que si el pueblo evoluciona, su folklore lo hace también, porque no son dos entes separados. Hay que conservar tradiciones, sí, pero siempre que tenga sentido conservarlas, y aquí «tener sentido» equivale a «que su pueblo quiera hacerlo».
¿Vosotros qué opináis?